LA CULTURA
PARAGUAYA: BILINGÜISMO Y GLOBALIZACIÓN
Pocos
fueron capaces de lograr lo que Emiliano R. Fernández ha conseguido de manera tan
magistral: aprovechar la fusión de dos culturas tan antagónicas expresadas en
dos idiomas tan distintos y trasmitir con ello el sentir de todo un pueblo en
sus creaciones, es que sus canciones nos llegan con la frescura, fuerza y
profundidad de las dos fuentes en que percibimos lo que nos rodea y expresamos
lo más profundo de lo que sentimos. Es que somos bilingües pero no de esos
regionalismos o segmentados en estratos sociales, somos los paraguayos una
extraordinaria particularidad en el mundo pues de cabo a rabo somos tanto
guaraní como castellano hablantes.
Cuando llegaron los españoles a este pedazo
de suelo que hoy ocupa el Paraguay, encontraron a los avá quienes eran grandes
conocedores de botánica, manejaban la arcilla, y aunque no construyeron
pirámides fueron los únicos capaces de obligar a sus conquistadores a aprender
su lengua como base para la relación y posterior colonización. Ese encuentro
fue como la unión de dos grandes cursos de agua. Generalmente un arroyo
desemboca en un río y este termina arrastrando a su tributario reduciendo su
incidencia a simples aportes. Pero los avá de cuyo grito de guerra “guará” los
visitantes los llamaron guaraníes, tenían una cultura tan sólida encarnada en
una lengua dulce, versátil y expresiva; los españoles trajeron el castellano,
la fe y una visión diferente de la vida, los guaraníes tenían la tierra, la
gente y un amor incondicional a su forma de ser. Era un encuentro de dos
torrentes con mucha fuerza, en esa forzosa fusión donde ambas lenguas
portadoras de sendas culturas no estaban dispuestas a ceder a favor de la otra,
nació el teko paraguayo.
Por eso el Paraguay ostenta el honor de
poseer una herencia cultural muy rica, de matices tan variados. Todas las
naciones de América se construyeron sobre las culturas nativas, de cuya
relación en mayor o menor grado algo se queda. Pero la nación paraguaya no se
construyó sobre o aplastando la cultura enquistada en la lengua de sus nativos
habitantes, sino que se construyó con la cultura nativa y la foránea.
El
folclore es la denominación que recibe el conjunto de artesanías, bailes,
chistes, costumbres, cuentos, historias orales, leyendas, música, proverbios,
supersticiones y demás, común a una población concreta, incluyendo las
tradiciones de dicha cultura. El folclore paraguayo hunde sus raíces y se nutre
en dos culturas milenarias, que al no poder subyugarse, coexisten en un tácito
acuerdo, de cuya enorme herencia cultural fue sacerdote don Rivarola Fernández.
Es uno de los pocos creadores populares cuya obra deleita tanto al de habla
castellana como al de guaraní, por eso es considerada folclórica y popular aun
teniendo autor conocido, porque el pueblo paraguayo adoptó sus canciones como
propias, pues tocan las fibras más íntimas de nuestro ser. Un Emiliano-re la
tararea el niño en la escuela de una ciudad, la silba el campesino empapado en
sudor labrando surcos en un paraje remoto, y la canta la joven oficinista que
trabaja en el centro de la capital.
De esta unión surgió el bilingüismo paraguayo,
que engendró la particular cultura paraguaya. El Paraguay es una nación que al
decir de Bartomeu Melia tiene dos culturas; porque el paraguayo piensa en
guaraní y habla en castellano en la oficina, la escuela, y con desconocidos.
Pero también piensa en castellano y habla en guaraní en su casa, en rueda de
tereré, y con los íntimos. En reacciones prácticamente involuntarias saltamos
de una lengua a otra, o tomamos prestado un vocablo de una lengua y la usamos
en la otra. Los agregados como ningo, kuri, anga son tan frecuentes que casi
nos resulta imposible hablar sin ellas. Estas dos culturas son las aportantes
de nuestro repertorio folclórico.
Ya en la época de la colonia, en las
reducciones, se fue moldeando nuestro folclore a partir de la herencia cultural
que la originó. Los Jesuitas en su intento de cristianizar a los nativos en sus
reducciones concibieron traducir el catecismo al guaraní, Antonio Ruiz de
Montoya lo hizo en 1640, constituyéndose en la primera publicación traducida a
lengua vernácula, y en pilar fundamental que sostuvo la preservación del idioma
y con ello la cultura que portaba.
En la época independiente, el Karai Guasú la
utilizaba con fluidez y sin ningún complejo, sobre todo con sus súbditos,
mientras que con los extranjeros lo hacía en castellano. Hasta el Himno
Nacional estaba íntegramente en ese idioma durante el gobierno del Doctor
Francia, el Teta Purahei de Anastasio Rolón. Si bien los López prefirieron
abrirse comercialmente al mundo y para ello adoptaron una política lingüística
castellanista, con el estallido de la guerra contra la triple alianza, muy
pronto el mariscal comprendió el inmenso valor del guaraní, del bilingüismo.
Los paraguayos fácilmente entendían lo que los enemigos decían mientras que los
aliados no podían descifrar lo que los paraguayos hablaban; la trascendencia de
este hecho se desprende de dos hechos, el tratado secreto estipulaba la
eliminación del idioma Guaraní, y la amplia utilización del Guaraní en los
periódicos de guerra paraguayos de la época como Cavichui, Cacique Lambaré y
otros.
De esto se desprende que ambas lenguas
tuvieron importantes aportes en la consolidación de la República y por tanto su
cultura, sus hablantes no se sentían menos por poseer una lengua autóctona. El
folclore es una manifestación de la cultura de un pueblo, por eso nuestro
folclore es bilingüe porque nuestra cultura es así.
Pero hoy vivimos tiempos de acelerados
cambios donde la pauta nos marca la globalización, ese proceso económico, tecnológico, político y
cultural a escala planetaria que consiste en la creciente comunicación e
interdependencia entre los distintos países del mundo uniendo sus mercados,
sociedades y culturas, a través de una serie de transformaciones sociales,
económicas y políticas que les dan un carácter global. La globalización
condiciona la cultura de los pueblos porque los vuelve más permeables a
tendencias vanguardistas foráneas, pero a la vez es una vidriera donde exponer
nuestra cultura. El folclore de un pueblo remoto, por la globalización está a
un clic de distancia de todo el mundo. Las culturas se han entrelazado
produciendo una cultura de pauta mundial. Como ejemplo del impacto de la
globalización en la cultura de los pueblos puede citarse que términos como
google, internet o Facebook, ya forman parte del léxico de la gran mayoría.
Asimismo la presencia del tereré en Rusia o España prueba el empuje que puede
tener un elemento folclórico con la globalización.
Lo malo es cuando por efecto de la
globalización terminamos desechando nuestra rica raíz cultural y asumimos
valores y prácticas ajenas que en ocasiones hasta son nocivas. Suena muy bien
una bachata o un rock alternativo, pero si eso significa desplazar a las
hermosas piezas de nuestro repertorio, esa postura no es ni la correcta ni la
conveniente. Claro cultura y folclore no se circunscriben a la música, pero
como hemos tomado el caso de la creación de Emiliano usamos esa comparación,
pero el desplazamiento de elementos folclóricos culturales por la globalización
es un fenómeno que abarca todos los estamentos de nuestra vida.
Por tanto se suele poner al tapete el debate
de si debe estilizarse el folclore paraguayo para hacerlo más atractivo a las
nuevas generaciones que crecieron al influjo de la globalización. Muchos creen
que los estándares fijados por la globalización son infranqueables, mientras
que otros opinan que el folclore paraguayo es anticuado para la época en que
vivimos.
Pero debe tenerse en cuenta que ninguna
cultura o lengua es superior a otra, son simplemente diferentes formas de ver y
vivir la vida; mejor sería crear espacios de difusión agradables para que los
jóvenes gusten de la riqueza y dulzura de la cultura y el folclore nuestros.
Obligar a alguien a aceptar un folclore porque es de sus ancestros muy poco
contribuirá a su subsistencia, y estilizar, es decir arropar nuestros elementos
folclóricos con modernismos de la globalización tampoco contribuirá a que las
nuevas generaciones disfruten de aquello que tanto gustó a las generaciones
pasadas.
El folclore paraguayo, como las piezas del
inmortal Emiliano R. Fernández, o el tereré, o el bilingüismo son la esencia de
nuestro ser, de nuestra cultura y por
tanto debemos aprender a amar tal cual nos legaron aquellos que con mucho amor
nos legaron esta bendita nación.
La
cultura paraguaya sobrevive entre el bilingüismo y la globalización.
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