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jueves, 28 de mayo de 2020

DUEÑOS DEL IDIOMA


UNA ANTIGUA INTERROGANTE: QUIÉNES SON LOS DUEÑOS DEL IDIOMA, LOS HABLANTES O LAS ACADEMIAS
Vicios de dicción - EcuRed
Las lenguas evolucionan, todas, y eso no es ningún descubrimiento reciente. Desde siempre, las palabras pretenden transmitir ideas, conceptos y cosas tangibles; las palabras se presentan como sonidos que tienen significatividad en un determinado grupo social. Los idiomas son el receptáculo de estos, pero al ser hablados por distintos grupos sociales, se van marcando diferencias, creando dialectos, regionalismos, modismos, etc., así, el “allá” o el “mayo” de los rioplatenses suena diferente al “allá” o “mayo” de nosotros los paraguayos, o el “tres, cuatro” de la mayoría de los hispanohablantes sudamericanos se oye de otra manera en nuestro repertorio. Son múltiples las diferencias que se van acrecentando con el paso del tiempo, en sonoridad, tonalidad, y hasta en significados. Estos sonidos que producen el milagro del habla, materializan el don del lenguaje, y han sido codificados en símbolos gráficos convencionales, a los que los occidentales llamamos letras, y son la pieza clave de la escritura, ese invento humano tan magnífico.
   Con el tiempo se hizo necesario crear entes reguladores para reglamentar y documentar los usos y significados conferidos a dichos significantes. Nacieron las academias lingüísticas. Cualquier idioma que se precie de viva y con futuro debe tener una academia, el castellano lo tiene desde siglos, y el guaraní también lo tiene al igual que otros cientos de idiomas.
   Pero ¿quiénes son finalmente los dueños del idioma, los millones de hablantes que entendemos ese algo que se quiere representar con esas letras y sonidos, o las academias que en sus diccionarios nos dicen que tal palabra significa tal cosa?
   Estos detalles son los que a veces por la premura del tiempo no nos detenemos a pensar, pero tienen un impacto enorme en nuestra realidad cotidiana, pues hunde sus raíces en la comunicación, algo muy vital para la vida social.
  Por ejemplo ¿a qué nos referimos con “cuarentena” o “vacuna”? La etimología es una disciplina de la filología dentro de la ciencia lingüística que estudia los orígenes de las palabras. Cuarentena en principio hacía directa alusión a un período de cuatro veces diez, o sea, cuarenta, pero por su uso sanitario durante siglos, en especial durante la peste bubónica en el siglo XIV, pasó a designar toda una medida sanitaria de plazos diversos, y entonces la Real Academia Española (RAE), agregó la acepción “Aislamiento preventivo a que se somete durante un período de tiempo, por razones sanitarias, a personas o animales”. Vacuna en principio se refería a vaca, ¿obvio no? Vacunar es en esencia, la práctica de “inocular a la vaca el virus vacuno, con objeto de conservarlo”. Pero con el tiempo ese significado primario fue sustituido; para los hablantes del castellano actual “vacuna” es “sustancia compuesta por una suspensión de microorganismos atenuados o muertos que se introduce en el organismo para prevenir y tratar determinadas enfermedades” y hoy en muchos diccionarios esa acepción primaria ya aparece como acepción secundaria. Evolucionó, cambió su significado, no surgió ningún nuevo significante. ¿Por qué es importante mirar estos casos? porque estamos en el momento exacto donde cambiarán permanentemente ciertas palabras, y aunque siempre hay palabras en evolución, algunas se realizan muy lentamente, pero ahora mismo podemos ver ese proceso en poco tiempo, y nos dará la respuesta a la inquietante pregunta de quiénes son los verdaderos dueños de un idioma.
   Una de estas palabras que después de esta pandemia tendrá que reunir a los académicos para agregar una acepción es “confinamiento”. Uno sabe y entiende lo que significa hoy día confinamiento. Pero en el diccionario no se lo define tal cual la mayoría lo entiende ni en el sentido en que se lo usa en los medios masivos de comunicación o los informes oficiales, que a la postre son los que deciden qué significa tal palabra. Confinamiento hasta hoy, oficialmente según la academia que regula la lengua castellana define la acción de confinar, o sea “pena por la que se obliga al condenado a vivir temporalmente, en libertad, en un lugar distinto al de su domicilio”. Confinar, que es el verbo del cual procede, tiene implícita la idea de castigo, de obligar a alguien a permanecer en un lugar ajeno a su voluntad; el destierro o exilio son palabras que definen circunstancias muy parecidas a la transmitida por confinamiento. ¿Se imaginan a países que se jactan de sus niveles de libertad y democracia sometiendo a millones de sus habitantes a un “destierro” masivo? Por qué castigar a una comunidad por la presencia de un virus que vino de afuera, qué culpa tienen. Napoleón estuvo confinado en la isla Santa Elena, y Carlos Miguel Jiménez en la isla Margarita. Son incompatibles los conceptos de respeto a la dignidad humana, libertad y democracia, con castigo y sometimiento. Entonces, ¿dónde se puede retocar la historia? ¿qué se puede cambiar? El significado de las palabras.
   Es cierto, los estudiantes se incomodan con las numerosas reglas dispuestas por las academias de lengua, hasta hay escritores, como el genial García Márquez que los acusan de “policías que restringen la libertad de expresarse de las personas” pero siendo honestos, lo que los académicos hacen es recoger los vocablos más extensamente utilizados, y los significados que se les dan en un afán de armonizar y ordenar la lengua, sus verdaderos dueños son los hablantes, quienes lo usan y con ello les dan vida a las palabras. Hay algo de consuetudinario en la elaboración del léxico de una región. Dentro de poco, a la palabra confinamiento le tendrán que agregar una acepción que permita justificar el extenso uso que se le dio durante la actual pandemia. Así, confinamiento significará además de lo anterior: “medida sanitaria legal de aislamiento social por un tiempo determinado aplicado por las autoridades para proteger la integridad de la población ante un brote epidemiológico” o algo así. Hay muchísimos ejemplos de cómo el significado de las palabras depende o está sometido al arbitrio de sus hablantes, tal como el planteado por Benedetti con relación a la palabra “alma” en su poema “Semántica Práctica”
   En Paraguay y países con influencia guaraní, donde tenemos la hermosa coyuntura del bilingüismo esto crea un paisaje único, para nosotros “disparar” es “correr” y “hatã” es “veloz”, todos sabemos que disparar es palabra castellana y que significa lanzar la carga de un arma, pero igual decimos “hatã odispara fulano”; del mismo ejemplo, todos sabemos que hatã en guaraní es duro, pero lo usamos por akũa, veloz. el hablante es quien le otorga alcance al significado de las palabras más allá de lo que dicen las reglas gramaticales.
   Otro vocablo que tendrá que agregársele una acepción o especificarlo es “virtual”, se entiende por virtual aquello “que solamente existe de forma aparente y no es real” pero hoy día se hacen reuniones virtuales, fiestas virtuales, clases virtuales, etc. Estas clases y reuniones y festejos son tan reales como las presenciales, pero por las normas sanitarias vigentes no permiten la presencia física que podría generar aglomeración de personas, por eso tal vez sería preferible decir reuniones o festejos en espacios virtuales, o clases en salas virtuales para no reñir con lo estipulado por la semántica.
   Las palabras seguirán evolucionando, las academias seguirán actualizando sus diccionarios. Cuando de aquí a un tiempo la RAE disponga que confinamiento ya no sea tan peyorativo, y que entre sus acepciones también se incluya que es una medida de protección, acuérdese que fue espectador en primera línea de la constante evolución de nuestra lengua.


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